Mucho se ha dicho sobre la mal llamada “Armada Invencible”, hoy vamos a desmentir las falacias, mentiras y propagandas contra la Gran Armada de 1588. Porque sabían que... ¿España ganó la guerra y el tratado de Londres fue muy favorable a los intereses de la Corona Hispana? Hilo.


La Armada debido a la persecución inglesa se vio obligada a retirarse de Calais hacia Gravelinas, en la costa francesa cerca del canal de la Mancha, donde finalmente presentó batalla a la escuadra inglesa conjunta de los corsarios Drake y Hawkins, en la que también iba Raleigh.


Con el viento desfavorable, los españoles no pudieron formar en línea de ataque, aunque tampoco los ingleses pudieron atacarles con contundencia, habiendo exclusivamente escaramuzas entre naves individuales, de poca o ninguna trascendencia táctica. La mala mar hizo el resto.


Al verse impedido a embarcar las tropas de Flandes, Medina-Sidonia ordenó dirigirse al norte para dar la vuelta las islas británicas, ya que era el único rumbo posible con viento favorable. El objetivo era evitar los combates navales que en nada favorecerían a la Gran Armada.


Esto era así porque la Gran Armada era una flota de desembarco con apoyo de escolta, no una escuadra de guerra naval. El fin de circunnavegar las islas británicas era arribar a los puerto seguros de Santander y reorganizar la escuadra, dando por terminado el intento de invasión.


Las naves españolas estaban ya en el mar del Norte, muy dispersas, y los ingleses les persiguieron para hundirlos. El duque de Medina-Sidonia ordenó maniobrar a la escuadra para hacer frente al ataque, en el que el San Martín, nave almiranta, recibe 107 impactos directos.


El ataque fue tan cercano, a tocapenoles, que incluso las tripulaciones se insultaban desde las cubiertas. La acción terminó cuando los ingleses agotaron sus municiones, cosa que ocurría también en los galones españoles. El duque de Medina-Sidonia mandó que las naves reagruparan.


Algunos de los capitanes se negaron, pero ordenó ahorcar a uno de los insubordinados, dejando su cuerpo colgando del penol como advertencia a futuras indisciplinas. Sin embargo, Juan Martínez de Recalde, 2º comandante, también se negó a reagruparse alegando la mala meteorología.


En este punto, con los capitanes y su segundo en contra, y las tropas de Flandes sin embarcar, Medina-Sidonia acepta el fracaso de la empresa y ordena poner rumbo a España, a discreción, pues un empeoramiento de las condiciones tampoco hizo posible recalar en puertos flamencos.


Estas repentinas dificultades meteorológicas llevaron a la flota inglesa a abandonar la persecución y recalar en sus puertos, a la espera de mejores condiciones de navegación. Mientras, la Armada trataba de rodear las islas británicas por Escocia y bajar luego bordeando Irlanda.


Las tormentas y vientos del mar del Norte causaron varios desastres y hundimientos en las abruptas costas escocesas e irlandesas, causando un número importante de bajas a los españoles. En total, se perdieron unas 35 naves, casi todas de transporte y de navegación mediterránea.


Y sólo un galeón naufragó en el viaje de vuelta. Sin embargo, 87 naves, 2/3 partes de la Armada, regresaron a España sanas y salvas, aunque sin haber cumplido su misión de invadir Inglaterra. Por lo tanto, muy lejos de la castástrofe naval que estamos acostumbrados a escuchar.


El total de pérdidas, en todos los escenarios, fueron de unas 63, de las cuales sólo 2 fueron galeones en combate, más el naufragado; 26 eran naos, carabelas y buques de transporte, 13 urcas, 20 pataches, 3 galeazas y 1 galera. Los muertos en combates se estiman en 707.


La mayoría de bajas se produjeron en los naufragios (unos 8500) y otros 8000 por diversas causas, a los que hay que sumar 2000 asesinados en las costas de Irlanda por patrullas inglesas. Sin embargo, el resto de las dotaciones regresaron a España, y algunos vivieron en Irlanda.


Sin embargo, las bajas inglesas, aunque muchas sin contar, superaron los 12.200 hombres, 9000 por enfermedad, 3000 por hambre y ahogados, y unos 200 en combate; números nada nimios y una vez desembarcados, tras la tifus y disentería, estallaron disturbios y enfrentamientos.


Tras las penalidades y combates, los marinos ingleses tardaron meses en cobrar sus pagas (debido a que la guerra llevó a la bancarrota a Isabel I) y millares de ellos murieron en una total pobreza y abandono. Muy lejos del fervor patriótico que suelen mostrar en las pinturas.


Sin embargo, Felipe II actúo de una forma muy distinta, se resignó a lo acaecido diciéndole al duque de Parma: “En lo que Dios hace no hay que perder ni ganar reputación, sino no hablar de ello.” Y no permaneció inconsciente a las calamidades de los soldados y marinos.


A pesar del fracaso de su Gran Armada, Felipe II hizo cuanto estuvo en su mano por aliviar los sufrimientos a sus hombres, y en vez de recriminar la derrota a Medina-Sidonia, le ordenó que regresara a Cádiz y continuara allí con su gobierno, lo que lealmente hizo el duque.


Una tergiversación, o mentira, bastante común es que la flota inglesa era muy inferior en número a la española, algo manifiestamente falso. La escuadra inglesa tenía 197 naves, más 60 holandesas, mientras que la española 154, aunque superaba en tonelaje a la inglesa.


Ciertamente la flota inglesa tenía sólo 34 navíos de guerra, pero la española sólo contaba con una escolta de 20 galeones de guerra. Con el número de cañones, la flota española contaba con 2431, y la inglesa unos 2000, o sea, individualmente los españoles estaban más artillados.


En número de hombres, pasó lo mismo; los ingleses contaron con unos 16.000 hombres, y los españoles con 8050 marineros y 2088 remeros, más 19.000 soldados, los ingleses suelen sumarlos todos, aunque obviamente los soldados de los Tercios no participaron.


La realidad de la Gran Armada es que, aunque la invasión fracasó, la acción fue militarmente indecisa, pues la flota se reagrupó. Al años siguiente, Isabel I envió a Drake con una Contraarmada para destruir los restos de la flota y atacar Coruña y Lisboa, fracasando miserablement


En la acción los ingleses perdieron 15.000 hombres y más de 50 buques, casi el 1/2 de la flota; mientras que de la Gran Armada sólo 1/3. Otra mentira recurrente es que el desastre de la Invecible ocasionó la hegemonía inglesa y el ocaso español. Mentira grandísima.


En julio de 1595, una flotilla compuesta por 4 galeras al mando de Carlos de Amésquita, desembarcó 400 arcabuceros en la bahía de Mount, en Cornualles, tomaron 4 pueblos y al final del día, celebraron una misa católica en suelo inglés, embarcaron de nuevo y regresaron a España.


Pero además, en 1597, una nueva flota de invasión desembarca a 400 soldados, que se atrincheran a esperar refuerzos para marchar hacia Londres. Después de 2 días de espera, con las milicias inglesas sin atreverse a atacarles, reciben la orden de embarcar de nuevo.


Ya que aunque 7 naves habían llegado a las proximidades de Falmouth, el resto de la flota había sido dispersada por un fuerte temporal. Reimprendieron todos la vuelta a casa, sin ninguna baja, en una flota aún mayor y más formidable que la Gran Armada de 1588.


Realmente son las cifras las que demuestran claramente que a pesar de las pérdidas (más a causa de temporales y epidemias que en combate), España estaba aguantando mejor los envites en aquella dura y despiada guerra.


Para 1597, los ingleses y rebeldes holandeses habían conseguido movilizar unos 150 naves; mientras, Felipe II tenía 136 naves y 24 carabelas de la armada de Martín de Padilla, 32 de Aramburu, 7 galeras en la Bretaña francesa, y 43 buques de Garibay, en total más de 235 buques.


A los que había que sumar dos escuadras, las galeras de Levante vigilantes del peligro berberisco, las escoltas de la Flota de Indias y las de Manila. Mientras, los ingleses habían renunciado a enviar nuevas flotas contra España, limitándose a una defensa de sus propias aguas.


En estas circunstancias, la guerra se prolongó 16 años más, y tras el agotamiento de las Arcas Reales y los ejércitos ingleses, España obtuvo victoria de la guerra, y a petición inglesa se firmó el Tratado de Londres de 1604, con cláusulas muy favorables para España.


Y por cierto, nunca se llamó la “Armada Invencible”, ni en España, ni en Inglaterra, que la denominan The Spanish Armada o simplemente The Armada. La denominación se supone inventada por un plumilla italiano de Isabel I, amplificada convenientemente por la Leyenda Negra.


Hasta aquí el hilo de hoy; el siguiente será sobre los naufragados en Irlanda y las andanzas de don Francisco de Cuéllar. Cuadros de Parrilla, Dalmau, McBride, Salas y demás. Haré un hilo exclusivo con la bibliografía de esta época, por su extensión. Gracias por leer.


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