Esas causalidades que hace la gente en Twitter son muy chimbas. Me atrevo a decir que un gran número regímenes en el África Subsahariana, sin importar la bandera política que asuman, son el reflejo de otros procesos históricos que fecundan la la corrupción y la negligencia.


A mí me gusta utilizar la República Democrática del Congo como el caso arquetípico de la trayectoria de muchos países africanos. Antes del siglo XIX, el contacto de Occidente con muchas naciones africanas se limitaba a la trata de esclavos en las zonas costeras y al comercio


intracontinental realizado por muchos comerciantes árabes (también, en muchos casos, para obtener mano de obra esclava). Por eso existen importantes enclaves arabescos a lo largo de toda la costa oriental, bajo la sombra del Sultanato de Omán. En general, África era vista como


una estación de paso al provechoso comercio con las indias occidentales y el sudeste de Asia. El continente negro era un lugar de convergencia entre portugueses, árabes, españoles y británicos, pero más allá de sus costas poco o nada se conocía. Por muchos años la costa congoleña


estuvo supeditada al imperio ultramarino de Portugal. Una de las razones más plausibles para argumentar por qué Portugal y otros países no se interesaron en explorar el interior del continente era la fuerte demanda de trabajo esclavo de las colonias instaladas en América.


Mientras hubiera provisión y el flujo de personas esclavas continuara hacia las costas, ¿por qué someterse a enfermedades tropicales, fieras salvajes y ataques indígenas por adentrarse al interior? Después de todo, otros traficantes hacen el trabajo de traerlos al mercado costero


Sin embargo, con el paso de los siglos, el matrimonio entre ciencia e imperio (al mejor estilo de Harari) ya se había adentrado en Oceanía y pocos lugares en el mundo quedaban por explorar y colonizar. El “hueco” estaba en África. Véase este mapa de principios del siglo XIX.


Las áreas conocidas del mapa se limitaban al mundo árabe y su expansión islámica hacia la región subsahariana, ciertos puestos o pequeñas colonias comerciales en las costas, y la creciente colonia de bóeres (neerlandeses)/ británicos en la actual Sudáfrica. Pero todo cambió.


El siglo XIX reavivó la llama de la curiosidad por África y el primer gran explorador, que bajo mi consideración fue el pionero más importante de esta empresa, fue el doctor David Livingstone. Recomiendo este pequeño libro para remitirse a un relato sintético de su vida y obra.


Aunque Livingstone no propiamente se aventuró en territorio congoleño, su fama y relatos después de su segunda gran aventura sí serían un incentivo importante para que las sociedades científicas y los gobiernos financiaran muchas expediciones. Más importante aún, la pérdida de


Livingstone durante su última aventura sí abriría las puertas del Congo al colonialismo europeo. Nadie tenía noticias del doctor después de un tiempo que se embarcara en la búsqueda del nacimiento del Nilo. Intrigados sobre su devenir, varios periódicos americanos e ingleses


decidieron contratar al periodista Henry Morton Stanley para localizarlo en la costa oriental del lago Tanganica. De ese mítico encuentro sale la frase “doctor Livingstone, I presume?” (Dato curioso, jeje). Con el reconocimiento por haber llevado noticias de Livingstone y con


la experiencia de viaje a África, fue nuevamente contratado por una alianza periodística para por fin dar con la desembocadura del río Congo, cosa que logró en 1877, después de 1000 días de costa a costa, desde Zanzíbar hasta Boma. Este hecho fue descrito como la última gran


expedición africana. Esta hazaña llamó el interés del rey Leopoldo II de Bélgica, quien tenía fuertes pretensiones coloniales. Bajo la fachada de una organización filantrópica para civilizar el centro de África, el rey contrata a Stanley para negociar tratados con varios


jefes tribales bajo supuestas intenciones ‘comerciales’. En realidad, el rey Leopoldo estaba intentando agrupar a los pueblos congoleños bajo una federación tribal y cuyo control recaería solamente en él. Estos serían los cimientos del triste Estado Libre del Congo.


Después del reconocimiento internacional declarado en el fin de la Conferencia de Berlín en 1885, el rey Leopoldo tenía ya licencia de corso para la explotación inhumana del país, como si el territorio fuera su finca y la población sus animales. A inicios del hilo hice bastante


hincapié sobre la relevancia del esclavismo en relaciones entre Europa y África. De una u otra forma, esa distinción esclavista con base en la definición racial generó un efecto grave para su consideración de iguales con la población blanca. Ese cuento se lo saben ustedes.


En todo caso, el modelo de instituciones extractivistas y el sistema de segregación racial tuvo graves consecuencias sobre la provisión de bienes públicos a la población indígena. La interferencia occidental en la vida tribal trajo, sin duda, miseria y mala calidad de vida.


El hecho es que, para la ola de descolonización después de la Segunda Guerra Mundial, el Congo y muchos países de África no contaban con el capital humano, los medios materiales ni la experiencia para gobernarse a sí mismos. Con frecuencia se dice que Patrice Lumumba, al ser


nombrado primer ministro del país, no pudo conformar gobierno porque no había suficientes personas con títulos universitarios. Eso genera un pantano para los regímenes democráticos, al igual que los altos niveles de pobreza y de analfabetismo. Sin una élite formada, no hay forma.


Así, los incentivos están dados para la aparición de hombres fuertes o caudillos que asuman el caos de unas precarias instituciones democráticas diezmadas por facciones políticas en la lucha por el poder. Aquí entra en relevancia el papel de individuos provenientes del ejército.


Claro, estos individuos con ambiciones políticas asumen posiciones para intentar legitimar su poder (autoridad carismática de Weber) y en el proceso pueden verse dentro de dinámicas mundiales (la Guerra Fría), pero pareciera que todo los caminos conducen a Roma: cleptocracia y


corrupción. Al mejor estilo de Mobutu, dictador del Congo hasta 1997. Me temo que, para este caso, el socialismo es el empaque de presentación de una consecuencia, no la causa.


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