Recuerdo que, hace no demasiado tiempo, una amiga me manifestó que llevaba varios días pasándolo mal porque un tipo con el que había tenido varías citas, había dado un paso más y habían quedado en su casa. Pero cuando la vio desnuda le verbalizó que no, que no iba a ir a más.


Mi colega es madre, su cuerpo lleva bastantes marcas de aquel acontecimiento. El tipo expuso claramente que, « es muy guapa de cara pero que “eso” le corta el rollo ». Y, efectivamente, todo el mundo tiene derecho a echarse atrás en una relación se cual consensuada, faltaría mas.


Lo que no es eximente de que el individuo sea tremendo gilipollas con carnet de colegiado.


Supongo que mezclamos la cultura del tinder, el grinder y otros instrumentos de fast sex con la cultura de la autoprotección y, pensando en lo que nos gusta, en nuestros derechos al placer detallado, podemos perder el marco de que, delante, también desnuda, también vulnerable


Lo que tenemos es otra persona. Con sus miedos, con sus traumas, con sus frustraciones, con sus inseguridades… Que uno no puede entrar en la intimidad ajena como el caballo de Atila, dispuesto a tomar lo que le guste y a arrasar con lo que desprecie.


Hay un tema ahí en el debate sobre el sexo, la apetencia y el consumo de cuerpos y las expectativas que, reconozco, me sorprende porque a mi no me pasa. Me puede cortar el rollo un comentario, una actitud, un malestar propio, un pensamiento intrusivo o incluso el mero cansancio.


Y me siento perfectamente legitimada a verbalizarlo, interrumpir la función y parar la escena. Pero no me ocurre cuando se cae la ropa y aparece la cicatriz inesperada, la marca no mencionada, el rasgo que difiere de mis fantasías proyectadas. Pero supongo que se debe a que,


Por cultura supongo, en el sexo soy activa, pero analógica. Así que acostumbro a follar con gente que, para empezar, me cae bien. Y como me caen bien, me importan, me importan más que el tamaño de sus génitales o de sus barrigas. Va de otra cosa.


Y ahora, en la época del « BodyPositive » de pronto me encuentro con que sigue habiendo gente que, en nombre de su Libertad sexual, se permiten nada más y nada menos que verbalizar que cuerpos se merecen, según su criterio, ser deseables.


« Nadie puede obligarme a que me gusten los cuerpos gordos ». Y nadie lo hace, Jose Carlos. Ni a qué te gusten los cuerpos con una mastectomia, ni los cuerpos trans, ni los cuerpos tatuados, o sin depilar, o depilados, o con marcas o sin ellas…


Pero si crees que tu preferencia te permite fomentar inseguridades, miedos, daño… Incluso disparar traumas, TCA’s… Porque consideras que un cuerpo ajeno es un envase vacío para tu deseo, que, si al abrirlo, no es como esperabas, puedes tirarlo a la basura y pasar al siguiente.


A lo mejor lo que corta el rollo aquí es tu actitud de mierda, y no el cuerpo que no te satisface.


Así que, francamente, si tan sensible eres a determinadas cuestiones, a lo mejor deberías darte tiempo, mantenerte al margen, no entrar a la faena sin haber hecho una prospección, organizando vacaciones en un camping nudista, revisado los dientes como a los caballos…


Montar un club de guapos, y esperar a que os dejen entrar. Y mientras tanto, alejarse bien del resto, y no abrir la boca ni montar un debate sobre qué tipos de defectos son o no imperdonables para vuestro exquisito paladar de plástico fino.


Se está normalizando (entre todos los géneros, sexos, orientaciones y edades, ojo) el follar como clientes de un restaurante que se creen con derecho a pedir que les cambien el plato y poner una crítica en las reseñas de google. Follar desde la perspectiva del consumidor.


El uso de apps como un « Deliveroo de polvos » en el que por un lado nos duele mucho que se nos trate como mercancía y por otro no dudamos en tratar como mercancía el cuerpo y la vivencia ajena.


Y luego a llorar por los rincones porque no nos quieren, como si no fuera un ejercicio reflexivo.


A continuación, gente insinuando que les quiero obligar a follar a disgusto. No cariño, solo estoy diciendo que a lo mejor tus gustos parten de unos presupuestos de mierda. Se puede ser gilipollas, no es ilegal, pero tampoco es algo que defender y aplaudir.


Por cierto, la diferencia entre una preferencia y un fetiche es que la preferencia es un gusto añadido y el fetiche, una conditio sine qua non. Te puede gustar la gente delgada, pero de ahí a que solo concibas un baremo por debajo de 50 kilos es para mirárselo.


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